La Academia de Ciencias Físicas, Matemáticas y Naturales, Civilidad y Progreso

Gioconda Cunto De San Blas1

  1. Presidenta de la ACFIMAN

MARCO HISTÓRICO

La Academia de Ciencias Físicas, Matemáticas y Naturales o ACFIMAN, para usar el acrónimo informal con que acortamos su larga denominación de origen, nació oficialmente el 19 de junio de 1917 hace exactamente un siglo, en ley ejecutada por el entonces presidente provisional Victorino Márquez Bustillos en su papel de títere del dictador de turno Juan Vicente Gómez. Fuera del país se libraba la Primera Guerra Mundial, se incubaba la grave epidemia global de influenza o gripe española que tocaría nuestras fronteras poco después y también es de esa época el reventón del pozo petrolero Zumaque, el primero de muchos que darían un vuelco a la Venezuela agrícola y rural de entonces para convertirla en urbana.

Es en ese entorno que se funda la ACFIMAN (1), cuya primera atribución sería la de “esforzarse porque las Ciencias Físicas, las Matemáticas y las Naturales alcancen en el país el mayor desarrollo y adelanto”.

DESARROLLO ACADÉMICO

No fue sino hasta 1933, dos años antes del fin por muerte natural de la dictadura gomecista, cuando se nombraron los primeros numerarios que dieron vida a la Academia de Ciencias Físicas, Matemáticas y Naturales.

En sus documentos fundacionales queda establecido que la Corporación estará integrada por 30 Individuos de Número, 20 Miembros Correspondientes Nacionales y 30 Miembros Correspondientes Extranjeros y dirigida por una junta compuesta de Presidente, dos Vicepresidentes, Secretario, Tesorero y Bibliotecario, que durarán dos años en sus funciones. La primera junta directiva estuvo integrada por Luis Vélez como presidente, acompañado por Eduardo Calcaño, Alfredo Jahn, Miguel Parra León, Ernesto León y Eduardo Röhl en los demás cargos. 22 ingenieros, 5 médicos, 1 matemático, 1 geólogo y 1 agrónomo constituyeron el plantel de esa Academia inaugural, respondiendo a los criterios de la época en cuanto al entendimiento de las ciencias.

Hoy, en cambio, nuestra Corporación tiene un perfil más ajustado a histórilos cánones reconocidos ahora como propios de la ciencia. Ya hay apenas 3 ingenieros, dado que ellos ahora tienen un nicho propio en la casi veinteañera Academia hermana de Ingeniería y el Hábitat. Los 27 sillones restantes están asignados fundamentalmente a especialistas ocupados en ciencia experimental y sus aplicaciones: 8 químicos o farmacéuticos, 10 biólogos o agrónomos, 3 matemáticos, 3 geólogos, un físico y un médico, quedando 2 sillones vacantes por fallecimiento de sus titulares, en espera de ser ocupados en un futuro cercano con nuevas generaciones de científicos. Seis de sus Individuos de Número somos mujeres, un número que desde 2007 cuando se incorporó la primera de ellas, representada en mi persona, seguirá creciendo a medida que se llenen las vacantes, dado el interés que tenemos en la ACFIMAN por resaltar el trabajo de la mujer científica en nuestro país, reflejado en nuestro Programa de Mujeres en Ciencia.

La Ley consagra a la institución como órgano consultor del Estado al facultarla para “estudiar los asuntos de su competencia que el Ejecutivo Federal someta a su consideración”. Unos pocos ejemplos que tomo al azar nos dan la dimensión de esas contribuciones. Ya en 1937 y por solicitud del Ministro de Agricultura y Cría, la Academia se involucra en las obras de catastro nacional requeridas por esa Venezuela rural y desasistida que despertaba de la pesadilla gomecista. Más adelante, la ACFIMAN participa en la delegación venezolana que conjuntamente con otra de Gran Bretaña delimitarían las zonas submarinas en el golfo de Paria.

En 1965, la ACFIMAN participa por invitación del Ministro de Sanidad y Asistencia Social en la discusión de políticas públicas que deben generarse como consecuencias de la explosión demográfica, un tema amplio que incluyó lo referente a mortalidad infantil, situación socioeconómica de la población, escolaridad, agricultura y provisión de alimentos, industrialización y formación de obreros especializados, déficit de vivienda, morbilidad y estado sanitario, población urbana y rural. También ese año la Academia discute el proyecto de ley de creación del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Tecnológicas CONICIT, remitido por la comisión de cultura del Senado de la República y se incorpora formalmente en la estructura de ese organismo como parte de su directorio cuando finalmente es creado en enero de 1969.

En ocasiones diversas, sucesivos ministros de educación elevan a la Academia solicitudes para evaluar los programas de las diferentes ramas científicas correspondientes al plan de estudios de educación secundaria y participa en la creación y funcionamiento del Centro nacional para el mejoramiento de la enseñanza de la ciencia, CENAMEC, de dicho ministerio, un centro que tanto sirvió para la publicación y difusión de materiales científicos para el uso de docentes, hoy en virtual parálisis. Actualmente, la ACFIMAN lleva adelante el programa “Educación en ciencia basada en la indagación” en escuelas de barrios de Caracas y del interior para estimular el interés por la ciencia desde edades tempranas.

La preocupación de la ACFIMAN por el ambiente ha estado presente desde muy temprano en su transcurrir. En los años 60 del siglo pasado ella se incorporó al instituto para la conservación del lago de Valencia, más adelante exige al Ministro de Agricultura y Cría nombrar con carácter de urgencia una comisión de expertos para impedir la destrucción de la fauna y la flora de la Gran Sabana, una preocupación que no ha hecho sino crecer en el tiempo, dadas las lamentables condiciones ambientales que hoy en día prevalecen en la región. De hecho, la comisión de ambiente y su secretaría académica del cambio climático es la más activa de nuestra Academia, habiendo organizado varios congresos y generado publicaciones que aportan nuevas luces en el tratamiento de los problemas ambientales que nos azotan como nación.

El acta del 25 de abril de 1973 documenta por primera vez el proyecto de creación de la Fundación para el desarrollo de las ciencias físicas, matemáticas y naturales FUDECI, que efectivamente se crea ese mismo año. Esta Fundación viene a ser hasta el día de hoy el brazo de investigación de la ACFIMAN, dedicándose principalmente a la conservación del ambiente, a la promoción del desarrollo agrícola sustentable, a la generación de información científica, innovación y transferencia de tecnologías en armonía con la naturaleza, con el fin de mejorar la calidad de vida de la sociedad.

BOLETÍN Y OTRAS PUBLICACIONES

Una preocupación constante de la ACFIMAN desde sus orígenes ha sido la publicación de documentos que den fe de los aportes de la comunidad científica a la nación en términos de conocimientos y de políticas públicas. Apenas a 6 meses del inicio de actividades de la ACFIMAN ya salía publicado el Boletín de la Academia que desde su primer número fue solicitado no solo por las instituciones nacionales sino por innumerables Academias e instituciones extranjeras.

Además de los discursos y otros documentos histórilos, el Boletín ha publicado artículos en múltiples ramas del saber científico, muchos de ellos directamente relacionados con la realidad venezolana. El primer artículo científico publicado allí es una contribución al estudio de las mareas en las costas venezolanas, cuyo autor Manuel Cipriano Pérez era Individuo de Número. A este le han seguido artículos que cubren desde estudios abstractos en matemáticas hasta temas sobre energías renovables, conservación de especies, temas ambientales, cambio climático, tecnologías, por nombrar solo unos pocos, en 80 años de actividad editorial.

No quiero dejar pasar la ocasión para mencionar un dato curioso surgido de la lectura de un acta de enero de 1966, publicado posteriormente en el Boletín de la ACFIMAN, donde se registra la donación que el Individuo de Número y arquitecto Carlos Raúl Villanueva hace de una carta que el renombrado astrónomo Camille Flammarion dirige al padre de Villanueva en fecha 4 de mayo de 1914, informándole que al recién descubierto planeta 712 lo ha llamado BOLIVIANA, en homenaje a nuestro Libertador. De manera que con esta información podemos decir que para deleite de los cultores de esa advocación divina, Bolívar está efectivamente en los cielos.

Hoy día los costos de impresión del Boletín son tan elevados que solo nos es posible publicarlo en formato digital, accesible en el portal de la ACFIMAN. Sin duda, es una diferencia sideral con la producción del Boletín en sus años primigenios, cuando a la secretaria contratada para el montaje de la edición y otros trabajos de oficina se le pagaban Bs. 300 mensuales y la partida presupuestaria para la edición de un número del Boletín no sobrepasaba los Bs. 2.000. Pero, claro, eran tiempos del bolívar fuerte, del dólar a Bs. 3,19 en los años 30 y más tarde en los 40 a Bs. 3,30, cuando el kilogramo de tomates costaba real y medio (Bs. 0,75), el kilogramo de cebolla, menos de un real (Bs. 0,45) y una entrada de cine, un real (Bs. 0,50).

Otras publicaciones recientes de la Academia abarcan la Colección Estudios de Divulgación Científica y Tecnológica, la Colección Conjunta ACFIMAN / USB; la de biografías de personajes de la ciencia y la tecnología en Venezuela, con el apoyo de la Fundación Empresas Polar; los libros interacadémicos sobre temas comunes de influencia de las distintas Academias, tales como el libro sobre corrupción, ética y desarrollo en Venezuela, otro sobre pérdida de la institucionalidad en el país y el volumen de propuestas a la nación.

ACADEMIA Y ACADÉMICOS, CIENCIA Y POLÍTICA

Además de las relaciones académicas con otras instituciones del estado, vale la pena preguntarse cuáles han sido las relaciones entre los científicos, la Academia y los políticos a lo largo de este siglo que hoy conmemoramos.

Ya hemos mencionado que una vez fundada la ACFIMAN, se tardó 16 años en activar la institución. Tal parece que “la causa de tan tardío nombramiento fue, principalmente, la falta de acuerdo que hubo en el seno del Gobierno para la escogencia de los treinta numerarios que de acuerdo con la Ley, serían nombrados la primera vez por el Presidente de la República”. Es decir, fue necesario el aval del déspota para acceder a la posición primigenia de Individuo de Número, respaldo que suponía trayectorias profesionales meritorias como efectivamente lo fueron y se me ocurre que tal vez, una cierta aquiescencia con el régimen o por lo menos, un silencio cauteloso hacia las siniestras ejecutorias que tuvieron máxima expresión en esos años de la generación del 28.

Tanta circunspección se manifestó en las reuniones académicas de la época. La última acta de 1935 tiene fecha 27 de noviembre y la siguiente, 7 de septiembre de 1936. ¿Qué pasó en esos nueve meses? Nada, según los académicos. No obstante, el país había comenzado a respirar otro aire desde que el 17 de diciembre de 1935 la muerte se había llevado por fin al dictador de 27 años, siendo sustituido por Eleazar López Contreras en la presidencia.

Las turbulencias políticas de ese período tan conflictivo en nuestra vida republicana moderna tampoco se ven reflejadas ni por asomo en las actas de la época. El mismo comedimiento se tiene cuando el 13 de diciembre de 1950 se emite un acuerdo de duelo “con motivo del sensible fallecimiento del Coronel Carlos Delgado Chalbaud”, eludiendo la real connotación de asesinato del presidente de la Junta de Gobierno del momento.

Situaciones como estas han dado paso, afortunadamente, a otras más aguerridas en estos tiempos del cólera y más a tono con las respuestas que estamos obligados a dar a la sociedad. De ellas daremos cuenta en un momento.

EPÍLOGO

Ya para ir cerrando, son muchas las historias que podríamos contar para destacar las luces y sombras (muchas más las primeras que las segundas) de 100 años de actividades de la ACFIMAN. Algo a destacar en esta reseña es la relevancia de lo civil y de la civilidad en el devenir de nuestra Academia centenaria y me atrevo a decir, de todas ellas, ese mundo civil con frecuencia desestimado por quienes equivocadamente se dejan deslumbrar por el oropel de las charreteras, las medallas ganadas sin temple, el sonar de sables y el estallar de bombas, que por el aporte callado pero trascendente de civiles preparados y ocupados en la tarea de contribuir a un mejor vivir, al desarrollo de la nación y a la construcción de ciudadanía en paz y armonía.

Para exaltación de lo civil en nuestra vida republicana mantenemos vivo el recuerdo de los héroes civiles del pasado para no olvidar sus ejecutorias. Así, Roscio, Vargas, Toro, Bello, Ernst, Cagigal y otros han servido de marco a los académicos en aniversarios diversos. Más cercanos a nuestro tiempo, personajes como Leandro Aristeguieta, Pedro Pablo Azpúrua, Luis Manuel Carbonell, Arnoldo Gabaldón, José Izquierdo, Alfredo Jahn, Tobías Lasser, Paúl Lustgarten, Eduardo Röhl, Enrique Tejera, Carlos Raúl Villanueva, Luis Wannoni, Guillermo Zuloaga, por citar unos pocos de los ya fallecidos, han sido Individuos de Número de la ACFIMAN, en reconocimiento a sus valiosos aportes a la civilidad.

Su legado lo vemos en las grandes obras públicas de ingeniería civil (en electricidad, represas, complejo ferrominero guayanés, puente sobre el Lago Maracaibo, puente de Angostura, Planetario Humboldt, estudios en minería, geología, catastro, cartografía, obras de urbanismo), obras de ingeniería sanitaria (redes urbanas y rurales de cloacas, creación del INOS), las de arquitectura (la Ciudad Universitaria de la UCV, mi Alma Mater, urbanizaciones de El Silencio y el 23 de enero, las urbanizaciones creadas en la Caracas de rápido crecimiento en la segunda mitad del siglo pasado), tareas en salud (tanto aspectos de investigación sobre agentes de enfermedades tropicales: fiebre amarilla, malaria, hongos, parásitos y virus patógenos, como desarrollo de políticas públicas en sanidad), estudios sobre fauna terrestre y acuática, flora, temas agrícolas, ambiente, aportes en educación y tantos otros ejemplos de ese empeño constructivo en civilidad en los cuales se han involucrado antes y ahora los miembros de la ACFIMAN.

De ellos y de muchos otros estamos dejando constancia en los micros generados en la Academia, que con señalada generosidad de Jaime Nestares y su equipo están siendo trasmitidos tres veces diarias por Radio Caracas Radio como homenaje a nuestro centenario. Ellos aparecen también en la exposición centenaria que bajo la curaduría de Sergio Antillano se preparó, así como en la edición aniversaria de El Nacional que bajo la dirección editorial de Nelson Rivera y Marielba Núñez circuló el 3 de agosto de 2017, dedicada este año a la ciencia, la tecnología y la innovación, en homenaje a nuestro centenario. Estos proyectos no se limitan a revisar el pasado sino sobre todo, a proyectarse en el futuro, con ánimo de seguir aportando al país en términos de nuevas realizaciones.

También es de destacar la participación de los académicos en el impulso de políticas públicas que llevaron a la creación y puesta en marcha de instituciones de fomento de la actividad científica y tecnológica como el CONICIT, el Ministerio de Ciencia y Tecnología, las Becas Gran Mariscal de Ayacucho, así como su participación en organizaciones civiles al estilo de AsoVAC y FundaVAC, en la creación y crecimiento de Facultades y Escuelas universitarias de Ciencias, que hicieron posible pasar de la ciencia como un entretenimiento de mentes curiosas a su profesionalización mediante el entrenamiento y el ejercicio exigente de las disciplinas científicas. En todos esos exitosos proyectos y en muchos más, como ministros, embajadores, profesores y autoridades universitarias, allí han estado nuestros académicos, motu proprio o como representantes de la Academia en los directorios de tales instituciones. De tal manera que lejos está nuestra Corporación de ser un ente lánguido, escondido en las paredes del noble Palacio de las Academias. Muy por el contrario, ha sido y continúa siendo un ente vivo que palpita con el devenir de la comarca, de manera poco ruidosa pero efectiva.

Esa historia ya contada se prolonga ahora con el quehacer del día a día. Cada uno de nuestros miembros cumple sus funciones en variados escenarios de la vida nacional, como lo hicieron nuestros predecesores. Y en estos tiempos del cólera, también nos hemos involucrado en levantar nuestra voz sobre situaciones que consideramos lesivas al interés nacional. Ejemplos de ellos son nuestras contribuciones al trabajo legislativo representado en la revisión de la Ley de Semillas, una ley regresiva en materia de agro; el apoyo a la Asamblea Nacional en materia de reforma de la Ley Orgánica de Ciencia, Tecnología e Innovación (LOCTI) y de la ley del IVIC, una relación que se ha ido estrechando y de la cual fue expresión viva la declaratoria de la Comisión de Ciencia y Tecnología de la Asamblea Nacional que declaró al año 2017 como año de la ciencia, la tecnología y la innovación (CTI) y el 19 de junio, día aniversario de la ACFIMAN como día nacional de la CTI, ambos en homenaje a nuestra Corporación y su fecha centenaria; la voz de alerta ante los problemas energéticos derivados de las sequías; el reclamo ante la exploración y explotación indiscriminada de recursos minerales y otros problemas ambientales, como es el caso relativo al derrame petrolero ocurrido en Trinidad y llegado a las cercanías del archipiélago de Los Roques, problemas estos que forman parte de nuestros programas de Energía y de Ambiente; el reclamo permanente a eventuales o reales cambios educativos contrarios a la sociedad venezolana; por citar solo algunos. En cada caso nos hemos pronunciado cuando ha sido necesario hacerlo, todo de acuerdo con la ley de creación de esta Academia que nos designa órgano asesor de los poderes nacionales en las materias de nuestra competencia.

Claro está que en tiempos atribulados como este es difícil dedicarse a la labor sosegada del pensador, del académico que se plantea preguntas y elabora respuestas a los múltiples problemas de la sociedad que le ha tocado vivir. Ya lo decía el científico naturalista de origen alemán Adolfo Ernst, aposentado en Caracas y con dilatada labor universitaria, cuando vivió las turbulencias de 1869 de manos del tercer miembro de la casta Monagas (José Ruperto), cuyo padre José Tadeo había sido artífice años antes del asalto al Congreso Nacional porque le estorbaban los diputados y senadores opositores enfrentados a sus delirios absolutistas, un episodio de nuestra historia que tristemente vimos reproducido este año centenario, cuando la celebración cívica del 5 de julio se vio violentada por el asalto al Palacio Federal Legislativo por hordas barbáricas que retuvieron secuestrados por casi 10 horas a diputados, empleados e invitados al magno evento, cuyo centro sería el destacado discurso de orden dictado por nuestra colega Inés Quintero, Directora de la hermana Academia Nacional de la Historia. Decía Ernst en 1869: “Mientras duren nuestros disturbios políticos… no hay para las ciencias y las artes esperanzas de un señalado y positivo progreso: las musas huyen del estrépito de las armas”.

Hoy en nuestro país habrá quien piense que las musas están nuevamente silentes por el estrépito de las armas, como protestaba Ernst en tiempos del monagato. Ellas, las musas, tendrán sus razones. Nosotros, en cambio, no podemos en esta época aceptar la artificial paz de los miedos y los silencios ante los atropellos contra la ciudadanía, a cambio de una aparente calma o normalidad para el desarrollo de nuestra labor. Por lo tanto y al tiempo que nos mantenemos activos en nuestro quehacer, estamos obligados a pronunciarnos con firmeza. Innumerables veces en nuestras Academias hemos levantado la voz unísona de protesta en defensa de la autonomía, de la libertad de cátedra y de pensamiento como nortes de la vida universitaria y académica; hemos condenado los hechos de violencia o represión por parte de funcionarios de los cuerpos de seguridad del Estado y reivindicado el derecho ciudadano a manifestar pacíficamente, con la convicción de que la sociedad se empobrece con regresiones a un pasado opresivo y por el contrario, progresa en libertad y democracia. En un escenario tal, nuestra Corporación y me consta que también las Academias hermanas, contribuimos y contribuiremos a la formulación de proyectos que ayuden a la reconstrucción nacional, bebiendo de las fuentes de la civilidad.

No olvidemos que la búsqueda del conocimiento y sus aplicaciones a la realidad son una vía siempre en expansión, que nos obliga a caminar a perpetuidad hacia adelante. Detenerse es, de hecho, retroceder. En ese transitar siempre habrá contribuciones que dar, sobre todo cuando la pesadilla acabe. Entonces cada aporte será decisivo, desde recoger escombros hasta construir nuevos cimientos e instituciones. Allí estaremos los científicos, tecnólogos e innovadores, los académicos todos, aportando al regreso de la civilidad y del mundo civil. No les quepa la menor duda.

NOTA:

Los datos que figuran en este recuento han sido tomados por la autora de la lectura cuidadosa de todas las actas de la ACFIMAN hasta el año 2016. De allí que este artículo no lleva referencias bibliográficas al estilo de la revista.

Vaya nuestro agradecimiento a la Asociación para el Progreso de la Investigación Universitaria (APIU) y a su presidente, Alexis Mendoza León por invitarnos a preparar este número especial de la revista Tribuna del Investigador, órgano de la APIU.