José Vicente Scorza (1924-2016) Huella indeleble en la Ciencia Venezolana

Néstor Añez


Investigaciones Parasitológicas
“J.F.Torrealba”, Facultad de Ciencias, Universidad de Los Andes, Mérida, Venezuela.
[email protected]


Una atípica pesarosa mañana del día jueves 18 de agosto de 2016, en la que nada salió bien en nuestro laboratorio, sin sosiego ni concentración para el análisis de la posible falla de un experimento rutinariamente exitoso, como inesperado presagio, recibimos la impactante noticia del desprendimiento espiritual de José Vicente Scorza. Saber sobre su lucha contra el inexorable tiempo y las consecuencias sobre su robusta estructura, nada sirvieron para prevenir el “shock” provocado por el infausto desenlace, llegando a admitir luego con objetiva tristeza que aquel ciclo fue cumplido. Deja este prohombre en su tránsito por esta dimensión entre nosotros profunda huella de su saber, obras realizadas, enseñanza, testimonios de lucha, ejemplo de cómo resolver problemas donde es difícil hacerlo y predicando que la ciencia en nuestro país es inútil sin compromiso social.

Nacido en Caracas un 08 de julio de 1924, Scorza salido de la extrema pobreza como bien lo confiesa en su auto semblanza, se dedicó con profunda devoción durante 75 años a transitar los senderos de los distintos estamentos de la educación venezolana, dejando constancia de su vocación de Maestro en la Escuela Primaria (1941-1944), en la enseñanza de la Biología en la secundaria (1945-1952) y en la transmisión de conocimientos en carreras universitarias, incluyendo el cuarto nivel (1953-2016). Analizando sin ambages el historial de Scorza como educador, puede afirmarse que hemos tenido entre nosotros, por mucho tiempo, a una de las personas, si no la única que consagró más del 80% de su vida a la enseñanza del conocimiento adquirido y a despertar la curiosidad de cientos de inquietos jóvenes para tratar de arrancar verdades a la naturaleza en un intento por contribuir a enriquecer el acervo científico de Venezuela. Sentida nostalgia confieso haber percibido de sus estudiantes de otrora al referirse a su magistral forma de enseñar la Biología, de su incitativa arenga para la búsqueda del conocimiento con ahínco hasta el encuentro con la satisfacción del saber, de su magia por mantenernos atentos a sus argumentos durante sus horas de clases y más allá con sus reflexiones post-cátedra. Testimonio de esta afirmación la ofrecen con entera satisfacción ex estudiantes del Liceo “Fermín Toro”, Caracas y Facultades de Ciencias de la Universidad Central de Venezuela y la Universidad de Los Andes, esparcidos por gran parte del territorio nacional y algunos países vecinos.

José Vicente Scorza
José Vicente Scorza

Por lo anterior, consideramos acertado el reverencial trato de Maestro, testimonio de afecto y respeto, recibido de quienes supimos apreciar sus dotes de educador y la impronta dejada con sus generosos consejos para vislumbrar el sendero a seguir hasta lograr la claridad necesaria para trazar nuestro propio rumbo en lo científico y personal. Esto se corrobora con su confesión de considerar el Magisterio como “La Fuerza de su Existencia”, en la que dos generaciones se encuentran una para enseñar y otra para aprender, y en la que encontró que enseñando aprendía junto con los guiados generándose un aprecio especial por quienes llenaban su trabajo de un deleite especial.

Durante su inquieto trajinar entre nosotros, José Vicente Scorza se constituyó en figura central de la investigación científica venezolana compartiendo méritos con Rafael Rangel, Arnoldo Gabaldón, Félix Pifano, José Francisco Torrealba, entre otros, contribuyendo a sentar bases sobre el conocimiento de la Medicina Tropical en Venezuela durante el siglo XX y el descorrer del XXI. Su amplia cultura biológica adquirida por su incansable sed de aprender lo imbuyó de conocimientos sobre botánica, zoología, entomología, parasitología y microbiología, lo que aunado a su férrea disciplina científica, le permitió ser un investigador exitoso y altamente productivo, reflejando en sus publicaciones resultados reproducibles por otros investigadores. La completa formación científica, junto con el conocimiento que tenía sobre el país y su gente, le permitió a Scorza plasmar en sus investigaciones su visión holística de las problemáticas a estudiar, mostrando siempre un sutil desapego por el reduccionismo científico y su efecto deslumbrante sobre las nuevas generaciones.

Es común detectar en sus muchas publicaciones sobre Trypanosoma, Leishmania, Plasmodium, Trematodes, Biomphalarias, Psychodidae, Culicidae, y las dolencias asociadas, un estilo único para plasmar su visión panorámica de cada problemática, analizando multifactorialmente su aparición y su efecto sobre las poblaciones en riesgo, no sin antes dejar sus soluciones y/o denuncias, cuando el caso lo ameritaba.

La producción científica de Scorza, para definirlo de alguna manera, aunque suene injusto o mezquino, se resume en más de 200 publicaciones en revistas nacionales y extranjeras, detectándose en muy pocas de ellas su sola autoría, habiendo sido la mayoría publicadas en coautoría con una legión de más de cien de sus estudiantes y otros tantos colaboradores. Sin duda, una cantidad similar de resultados han debido quedarse olvidados en archivos, en protocolos traspapelados o en el tintero luego de redacciones interrumpidas por el llamado de otra actividad apasionante, o por esa inconformidad que lo acompañó durante su periplo científico, haciéndolo cambiar de lugar sin rubor para disfrutar otra difícil tarea. Conociendo el personaje, me atrevo a aseverar que ese desprendimiento y la manera de compartir el éxito alcanzado con la masa guiada, le produjo siempre la tranquilidad del deber cumplido.

José Vicente Scorza
José Vicente Scorza

Por otra parte, la confluencia de su inconformidad, su actitud contestaría, su compromiso con el país soñado y su formación científico-docente, lo llevó a la propuesta y/o creación de Facultades de Ciencia, grupos de investigación científica, Postgrados, Sociedades Científicas, Talleres, Revistas, Congresos, Seminarios, amén de una Escuela “Scorziana”, enseñada a trabajar donde es difícil hacerlo o para utilizar sus propias palabras “en condiciones particulares”, sin importar cuando ni donde, cuya filosofía se basa en el lema de hacer Ciencia con contenido Social.

Refuerza lo anterior, su angustia expresada en la arenga constante sobre la necesidad de investigar para lograr con nuestros conocimientos obtener productos propios hasta llegar a romper los paquetes tecnológicos impuestos, que nos hacen dependientes y aliados del intervencionismo científico, dificultándonos considerar la investigación científica como una actividad liberadora.

Aunque muchas veces laureado con Títulos, Doctorados Honoris causa, Ordenes varias, Medallas, Premios, confieso haberle oído en susurro confidencial que su más preciado galardón lo recibía cuando era llamado Profesor, porque resumía toda su vida en una palabra y le despertaba todo el orgullo conservado de las vivencias de su largo periplo y le indicaba su deber cumplido. Testimonio de su orgullo y de su asimilado deber de maestro, o mejor de Profesor, lo constituye nuestra última invitación a una clase magistral con estudiantes de postgrado, pocos meses antes de su partida. Aunque con dificultad para desplazarse y/o mantenerse en pie, logró ignorar su estado físico y vencer la fatiga producto del traslado hasta el laboratorio donde hablaría a los estudiantes. Posesionado en su lugar, escrutó con mirada inquisitiva a cada estudiante como indagando cuáles eran sus necesidades, haciendo una pausa como ordenando tiempos idos y recuerdos lejanos, aunque gratos, con una radiante sonrisa y su irreverente actitud deleitó a los asistentes durante casi dos horas conversando sobre nuestra historia parasitológica, con inusitada coherencia para quienes esperábamos solamente un breve saludo de bienvenida. Fue la última clase magistral de su dilatada y exitosa vida de Profesor Scorza.

Deseo concluir esta pieza escrita con profunda devoción producto de la reflexión del recuerdo de alguien con quien compartí más de la mitad de mi existencia y quien con mano segura, consejos firmes, estricta disciplina, supo guiar mi vida por los senderos de la Ciencia y a quien debo mucho de mi formación y de mi actitud ante la vida. Asimismo, celebro que la misma se publique en un medio que se debe al accionar de otro Adalid de la Ciencia Venezolana, el Dr. Francisco De Venanzi, con quien espero se encuentre nuestro honrado profesor y si fuera posible en esa dimensión que desconocemos recordaran juntos cuanto hicieron por el beneficio de muchos.